Mindfulness para urbanitas estresados – Nieves Casanova


Mindfulness para urbanitas estresados… Pero Nieves, ¡si tú eres de monte! ¡Jussss! A ver qué nos vas a contar…

Bueno sí, soy de monte un poco. Pero vivo en ciudad. Me crié entre ciudad y campo. Y desde bien pequeña notaba los cambios de ritmo cuando estaba en un lugar y otro. Son cambios muy drásticos. Nada tiene que ver el ritmo de una ciudad con el ritmo del campo.

Mi primera crisis de ansiedad fue cuando era pequeña y fue en la ciudad, a las pocas horas de regresar del campo.

En la ciudad, después de la ducha para quitarme la tierra y tal vez los restos de algún insecto que siempre se cuela cuando estás en la huerta, empecé a secarme el pelo con la toalla. De repente empecé a sentirme mal. Como si me faltara el aire para respirar.

Algo muy raro me estaba pasando, no sabía qué era. Me asusté. Era pequeña, no sabía lo que era la ansiedad. Pensé que me estaba pasando algo en el corazón. Me seguí asustando y seguía sintiendo esa sensación de ahogo cada vez más fuerte. No podía respirar. Me agobié mucho y se lo dije a mis padres. Enseguida me llevaron a urgencias.

El hospital en la ciudad estaba muy cerca de casa. En apenas 10 minutos estaba en urgencias, me estaban haciendo un electrocardiograma y no sé si algo más. No recuerdo mucho del rato de urgencias, pero sí recuerdo estar en un box después mucho más tranquila. Un médico se acercó y me dijo: ¿Qué tal Nieves? ¿Cómo te encuentras? Soy psiquiatra.

Y yo me quedé pensando… ¿Psiquiatra? ¿Los especialistas del corazón no son cardiólogos? Le respondí que estaba mejor. Él me explicó que lo que me había ocurrido era una crisis de ansiedad (también llamada ahora crisis de pánico). Que mi corazón estaba perfectamente y que mi salud física era estupenda. Que simplemente me tenía que tomar la vida con más calma y me dio buenos consejos.

No sé realmente aquella crisis a qué se debió, pero fue la primera vez que fui consciente de los síntomas físicos de una crisis de pánico repentina.

El caso es que mis situaciones de estrés siempre se han dado en la ciudad. Nunca en el campo. Cuando estaba (y cuando estoy) en el campo mi cuerpo y mente se relajaban automáticamente, sin hacer nada especial. La conexión con la naturaleza siempre he considerado que es el estado natural del ser humano. Y tal vez dependiendo de nuestra sensibilidad, los entornos de ruido, asfalto y prisas los acusamos más o menos negativamente.

Seguro que hay urbanitas muy zen. Yo ahora soy una urbanita bastante zen, la verdad. Aunque reconozco que pertenezco al monte y al mar. Cuerpo, mente y espíritu allí se integran perfectamente sin hacer nada especial.

Llevo tiempo leyendo publicaciones y estudios científicos serios que demuestran que el contacto con la naturaleza mejora la salud mental.

En este enlace de infocop podéis leer algo al respecto (hay enlazado un documento pdf en inglés muy completo), pero hay muchos más.

La ciencia demuestra lo evidente. Pero me alegro. Así, cuando algún día la salud mental de las personas sea una prioridad, entonces tal vez dejemos de vivir en ciudades llenas de contaminación, ruido y asfalto, carentes de vegetación y de prisas. Porque la prioridad será vivir rodeados de verde, con menos contaminación y con cantos de pájaros  a nuestro alrededor y tomándonos las cosas con calma.

Así que, si eres un urbanita estresado, te ruego encarecidamente que practiques mindfulness. Y si puedes, que te vayas al parque de tu ciudad. A algún lugar rodeado de verde a pasear un rato siendo consciente de esos árboles maravillosos que son los pulmones de las ciudades.

Practica mindfulness cuando esperas a cruzar un semáforo que está en rojo. Y si vas al volante, mindfulness al volante.

Estate presente, en el aquí y el ahora de cada instante de esa vorágine en la que vivimos los urbanitas.

Estando presente, con la atención plena puesta en el momento que estás viviendo, la sensación de prisa va a desaparecer. Vas de dejar de desear que el semáforo cambie a verde. Vas  estar con la atención puesta en el color rojo, observando esa tonalidad, esa luz, la forma redonda si vas al volante o en forma de peatón si vas caminando. ¿Te has fijado alguna vez con plena atención cómo son los semáforos? Es como un juego, puedes intentarlo.

Vas conduciendo y estás otra vez en el atasco. Vas a llegar tarde al trabajo y te pones de los nervios. ¿Qué sensación física notas? ¿Se acelera el corazón tal vez? ¿Empiezas a notar enfado? ¿Te vuelves a escuchar gritando en voz alta al desgraciado de delante que casi te da un golpe? ¿Y el taxista ese? ¡Vaya manera de conducir! ¡Todos los taxistas son iguales!

¿Así cada día? ¿De verdad vale la pena? Ya te lo digo yo, aunque ya lo sabes: NO. No vale la pena.

Porque esa actitud deteriora la salud. Esas situaciones son las que a la larga van desencadenando estrés y ansiedad y favoreciendo enfermedades cardiovasculares y de otro tipo. Esas situaciones te van convirtiendo en un urbanita estresado para pasar en el futuro a ser un urbanita enfermo. Aunque en realidad lo que nos enferma no es la situación, sino cómo reaccionamos a la situación.

Haz la prueba una mañana cuando te levantes maldiciendo el despertador. Sé lo que es maldecir el despertador. Equivale a maldecir tu propia vida. A maldecir tu realidad. ¿Verdad? Vale.

Pues ponte como propósito no maldecir el despertador. Tan solo escúchalo, déjalo sonar un poco más de la cuenta, presta atención plena a ese sonido. Un sonido que te recuerda que tienes una nueva oportunidad para vivir hoy. ¿Cómo vas a maldecir algo que te recuerda que estás vivo? Da las gracias a ese despertador.

En el desayuno, presta atención plena al sabor de ese café.  ¿Qué textura tiene? ¿Sabor intenso o suave? ¿Le echas azúcar o miel o lo tomas solo? Mira qué color oscuro tiene. ¿Está caliente? Nota esa temperatura de ese café que te está ayudando a despertar. Agradece poder tomar esa taza de café. Sé consciente de que estás tomando un café.

Para no hacer el post eterno, simplemente quería decir que, tomando atención plena a cada cosa que hacemos en la ciudad, a cada cosa que sentimos, incluso al caos que se producen en los atascos, nos vamos a tomar las cosas de otra manera, con más calma; como me dijo aquél psiquiatra de urgencias.

Si no podemos cambiar nuestra residencia e irnos a vivir al campo o no  podemos dejar ese trabajo que nos provoca tanto estrés, tendremos que reducir el estrés igualmente. En lugar de ser urbanitas estresados, podemos ser urbanitas zen. De verdad que es posible. 

Practica meditación cada día al levantarte y antes de acostarte. Regálate tiempo para ti. Es un entrenamiento diario de cambio de actitud y de hábitos saludables. De ser conscientes del ahora sin juzgar. De adoptar una actitud mindfulness ante las exigencias y los ritmos de la ciudad.

Que corran todos, pero tú… tú puedes ser un urbanita zen.

Si te cuesta hacerlo por ti mismo, estoy preparando un taller precioso de mindfulness, con una colaboración de una persona excepcional (escritora, doctora e investigadora) para ayudarte a integrar de una vez por todas mindfulness en tu vida cotidiana. No sé cuándo será el lanzamiento, pero puedes suscribirte a la web y te avisaré cuando esté disponible.

Inspira profundo y lento...

Feliz momento.

(Photo by Sharon Wright on Unsplash)



Artículo originalmente escrito en: https://nievescasanova.es/mindfulness-para-urbanitas-estresados/

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