
En el colegio yo no soportaba a esos niños/as que iban insultando y menospreciando a otros. Como era habitual esos niños eran siempre los populares del “cole” y los otros los “bichos raros”. Yo prefería seguir mis principios, mi corazón y defender y apoyar a esos niños que se quedaban solos en los recreos.
En especial recuerdo a un niño que era dos años menor que yo. Por aquel entonces, él tendría unos 9 años y lo recuerdo sentado, apoyado en un árbol con un libro de lo que antes era “conocimiento del medio” y mientras que miraba el libro, lloraba, lloraba de una manera desconsolada, como en esas veces en las que tienes algo guardado tan dentro que cuando consigues sacarlo no puedes parar. Me acerqué a él y le pregunté que le pasaba, al principio creo que con su lloro ni siquiera me escuchó, volví a insistir, levantó con recelo la mirada, me dijo que nada y casi que me pidió que me fuera pero no lo hice, me senté a su lado y le volví a preguntar, estuvo unos minutos en silencio mirándome con extrañeza, en ese momento pude intuir que al encontrarse catalogado como “bicho raro” no estaba acostumbrado a que nadie se interesara por él.
Cuando consiguió hablarme, las primeras palabras que me dijo fueron como balas; “soy muy tonto y torpe, la semana que viene tengo un examen y lo suspenderé como todos, porque todo lo que hago, lo hago mal”. Digo que fueron como balas porque sentí tanto el dolor por ese niño que hice mío ese sentimiento.
Para abreviar iré al desenlace, estuve con él todos los recreos hasta el día de su examen, preguntándole las lecciones y apoyándolo. Finalmente aprobó, y poco a poco, con el paso del tiempo, pude ver como su personalidad iba cambiando; tenía más amigos y se veía más seguro de sí mismo. Fue una evolución de la que pude disfrutar día a día viéndolo reír y jugar. De vez en cuando se me acercaba y me sonreía con una complicidad de la que nunca hablamos pero que se sabía.
Tenía en mente contaros cómo descubrí que era una persona PAS pero si os digo la verdad cuando me senté delante del cuaderno para escribir (si, sigo prefiriendo escribir en papel), me bloqueé, quería contar tantas cosas a la misma vez…
He elegido contaros esta breve historia sobre este niño porque es una de las cosas que más feliz me ha hecho sentirme como persona. Ni siquiera fue planeado, ni buscado y es lo que a mí me hace recordarla de una manera especial.
Con esto quería dejar el mensaje de que para mí las personas PAS tenemos algo que, como es evidente, no todas las personas tienen, entonces... ¿a que esperamos para encausarlo y llevarlo hacia un bien?
Digo lo de encauzarlo hacia un bien porque es verdad que siendo una persona PAS se sufre, porque es así, porque es la verdad, porque todo nos duele el doble y eso nos hace ponernos mil barreras, miles de corazas para que nos nos hieran y que no nos puedan ver lo “blanditos” que somos pero, ¿que pasa cuando nos ponemos tantas y tantas corazas? Nos perdemos, perdemos nuestra esencia, pierdes tu esencia.
Intentas encajar con los demás para no sentirte raro/a, pasas por al lado de una persona necesitada (cuando digo necesitada no tiene porque ser un vagabundo o una persona con un problema grandísimo, necesitados podemos ser todos en cualquier momento, con cualquier problema aunque este resulte insignificante) y no lo ayudas porque sientes que nadie te ha ayudado a ti. Tienes sentimientos de rencor y ese rencor es porque nunca te has sentido valorado/a, comprendido/a, aceptado.
Está comprobado que las Personas Altamente Sensibles tendemos a tener baja autoestima y esto tampoco ayuda, no ayuda a que veamos nuestras cualidades, nuestras virtudes y entonces nos desvalorizamos. Con virtudes y cualidades no me refiero a darnos cuenta de los buenos que somos para algo, sino también para eso que creemos que no tiene importancia de nosotros mismos pero que realmente si que la tiene.
En mi caso, en la historia que os he contado actué con empatía, es algo innato en mí que aunque no quiera me sale solo, digo que aunque no quiera porque como comentaba antes, yo también he intentado taparme los ojos para no meterme en problemas que no fueran míos, me volví algo más fría y de lo único que me sirvió fue para perderme. Me preguntaba todos los días que por qué tenía que ser así, por qué todo me afectaba tanto, por qué esto y por qué lo otro... no llegaba a ninguna respuesta, simplemente me hacía más daño. He vivido en mi propia carne, lo bueno, lo muy bueno, lo malo y lo muy malo de ser PAS y llegué a la conclusión de no aferrarme a los “defectos” de este rasgo y potenciar las virtudes. Con esto no quiero decir que todo me vaya de color de rosa y que sepa perfectamente potenciar mis virtudes, no, con esto quiero decir, como anteriormente he dicho, que si pienso que tengo una buena virtud intento, si puedo, encauzarla hacia un bien. Por ejemplo, si soy una persona empática... ¿por qué no ayudar a una persona que me necesite?, si tengo intuición... ¿por qué no desarrollarla?
Dentro de ser o no ser una Persona Altamente Sensible lo mejor que podemos hacer como personas es ayudarnos los unos a los otros. Si lo hiciéramos más veces nos daríamos cuenta de que en verdad es lo que nos hace sentir bien y como por así decirlo es lo que nos llena, al mundo le hace falta más de eso. También pienso que las personas PAS pueden ayudar de una manera más especial. Para mí ser PAS sí es un don.
¿Crees que tu alta sensibilidad es un don?, ¿te ha ocurrido alguna situación parecida a la de Tina en la que te hayas sentido orgullos@ de ser PAS? Déjanos tu opinión en los comentarios.